EL PRECIO DE EVOLUCIONAR ¿ESTÁS DISPUESTA A PAGARLO?


Yo soy una de esas personas a las que les cuesta mucho arriesgar, cada vez que quiero hacer algo nuevo le doy mil vueltas hasta hacerlo, o peor, le doy mil vueltas hasta no hacerlo, por lo que desperdicio un montón de tiempo para nada.

Mis dudas casi siempre van en la línea de ¿estaré haciendo lo correcto? ¿y si me arrepiento? Lo curioso es que realmente, no hay nada correcto o incorrecto (como alguien dijo alguna vez Todo es cuestión de perspectiva: Para las langostas que estaban en la pecera del Titanic fue un milagro lo que pasó) y por otro lado, en el libro “los cinco arrepentimientos de los moribundos” escrito por Bronnie Ware, experta en cuidados paliativos y enfermos terminales,  el principal arrepentimiento de mucha gente es 'ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera'. Es decir, la gente se arrepiente más de los que no ha hecho que de lo que ha hecho y le ha salido mal.

El caso que hace una semanas estaba yo con unos conocidos y uno de ellos, que es además amigo mío, nos comentó algo de un proyecto que había llevado a cabo de caracter profesional y que había sido un fracaso estrepitoso. Visto desde fuera, a todos nos resultaba bastante descabellada su ídea (pero no olvidemos que cada uno vemos la realidad desde nuestra perspectiva, tal vez lo que a mí me parece descabellado no lo es en absoluto sino que yo lo vivo así debido a mi sistema de creencias).

evolucionar

 Bueno, a lo que iba, varios de los conocidos mostraron su opinión de una manera un tanto brusca, hablando de lo absurdo del asunto y demás. Yo, aunque realmente podía coincidir con esta forma de pensar me sentí un poco abrumada por la manera en que manifestaban sus opiniones. ¿Que aportas diciendo lo absurdo que consideras un proyecto si no ofreces ninguna solución ni ofreces una perspectiva nueva? ¿es realmente útil para la persona que lo está viviendo? ¿estás haciendo una crítica constructiva para que el otro pueda aprender de ello?

El caso que pasados unos días volví a pensar en esta situación y vi que, efecivamente, alguna de aquellas personas que criquitaban tan vehemente la ídea, raramente cometían errores o se metían en problemas, casi nunca hacían nada descabellado, no tenían sobresaltos, no estaban inquietos por un posible acontecimiento. Pero claro, de lo que también me dí cuenta es que realmente ¿que hacían interesante? ¿con que vibraban? ¿que hacían que disfrutaran a tope aún a espensas del resultado? Y realmente, no encontré nada.

Cuando me viné a vivir a Alemania, cada vez que tenía que enfrentarme a una situación nueva y me sentía frustrada, me preguntaba a mi misma que que necesidad tenía yo de meterme en problemas, que por que tenía que andar siempre enfrascada en cosas nuevas o que por qué no podía adaptarme a las rutinas. En esos momentos me acordaba de las personas que conozco que no se meten nunca en problemas, que no tienen sobresaltos. Quería ser como ellos, me sentía incluso mal conmigo misma por no conformarme con las cosas de siempre.Sin embargo ahora me ha cambiado la perspectiva.

Volví a pensar en el caso de mi amigo, en el proyecto en el que se había embarcado y le había salido mal. De todo esto, el había sacado un gran aprendizaje, había experimentado cosas nuevas, se le habían ocurrido nuevas ídeas, se había conocido mejor a sí mismo y había aprendico como lidiar con su frustración, entre otras coas. Luego lo comparé con los otros amigos que raras veces se meten en problemas y me di cuenta que estos amigos, también son una representación física de mi voz interna, de ese pequeño “perrocerdo” que dicen los alemanes, que está en mi cabeza y me dices cosas del tipo: como vas a hacer esto, como vas a hacer lo otro y me vino una frase de Seth Godin a la cabeza. “El coste de equivocarse es menor que el de no hacer nada”. Y que verdad es, ¿que pasará dentro de 10 años?, que no tendrás nada malo que contar pero igual tampoco nada bueno porque no has querido hacer nada que te implique mover el culo y hacer cosas que igual te dan miedo.

Antes pensaba que el precio por querer cambiar algo de tu vida, cambiar de profesión , de hábitos, de modo de vida era muy alto. Siempre pensaba que para que que quieres pagar un precio pudiendo quedarte en tu entorno conocido y no renunciar a muchas cosas que para ti son importantes.

Sin embargo ahora estoy contenta de pagar el precio. Tu también pagas un precio cuando haces algo nuevo, lo pagas con incertidumbre, con momentos bajos, con dudas pero ¿sabes qué? Me he dado cuenta de que si hubieras optado por mantenerte en situaciones conocidas que no te convencen hubieras podido ahorrarte todo ese precio, pero tendrías que haber pagado otro precio, casi tan alto sino mayor. El precio de no evolucionar, el precio de no vivir, el precio de no conocerte mejor a mi misma, el precio de no vivir tus emociones en estado puro, el precio de no apreciar lo que tienes o lo que pierdes porque estás anestesiada viviendo en blanco y negro cuando pudieras vivir en tecnicolor. 

No podemos decir que una opción es mejor que otra, mantenerse en la zona conocida o probar a ampliar nuestro mundo, lo que sí podemos decir es que tomes una opción u otra, siempre vas a tener que pagar un precio y cuanto antes lo sepamos y antes aceptemos que hay que pagar un precio más conscientes seremos a la hora de elegir cual de los dos precios queremos pagar.
 
Por eso, paguemos el precio que paguemos hagámoslo con gusto, desde la elección personal:

vivir aquí y ahora


Y es que no es cuestión de cuantos días vivas sino de cuan intensa sea tú vida. Os dejo un resumen del cuento de Jorge Bucay que lo describe a la perfección. Si prefieres lo puedes ver entero en video: https://www.youtube.com/watch?v=swsmhlI3Piw
El Buscador (de Jorge Bucay)

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención El buscador empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar y descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … "Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días". Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. 

El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó.
El buscador le preguntó: ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar?

El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fué lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…? ¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones? Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba.

Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido...

Y tu ¿cuantos días de tu vida vives?
¡Nos alegrará conocer tu opinión en los comentarios!

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